23 febrero 2017

What's going on

Sentir. 
Me he pasado la vida sintiendo, sintiendo muy fuerte. Y no me refiero tan sólo a las emociones y a la clase de sentimiento que te hace reír y llorar, sino también al meramente sensorial.  Me afectan los ruidos muy fuertes, los olores demasiado intensos, puedo reconocer los ingredientes de un plato tan sólo acercando mi nariz y me gusta tocarlo todo en las tiendas. Lloro con las canciones, con las películas, con todo. Me gusta estar con gente pero necesito un tiempo cada día para refugiarme en mi cueva, porque después de estar un rato en lugares abarrotados me siento sobreestimulada y estresada. Mi capacidad empática está más desarrollada de lo normal y me frustra cuando me doy con personas "muro". Me agobia tener muchas cosas que hacer en poco tiempo, y me siento cómoda dentro de la monotonía de lo cotidiano. Me enamoro con facilidad e intensamente, y estoy enamorada del amor. No soporto competir. El frío me afecta más de lo habitual, tengo tendencia a enfermar cuando estoy triste y no puedo tomar mucho café. 

Soy una persona altamente sensible (PAS, como empiezan a llamarlo en psicología) y a pesar de haberme pasado años y años escuchando eso de "es que eres demasiado sensiblera", he aprendido a disfrutar de mis peculiaridades y a dejar de verlo como algo negativo. Parezco vulnerable, pero soy fuerte. 

Quizá por todo esto que os cuento me guste tanto Sense8. No sé si la conocéis: es una serie de Netflix de la que ya podemos disfrutar de la primera temporada (y del maravilloso especial de Navidad) que nos ofrece un argumento diferente y estimulante: ¿qué pasaría si, de pronto y sin motivo aparente, ocho personas desconocidas entre sí -separadas, incluso, por diferentes continentes- empezaran a sentir una conexión mental y sensorial? Si, por ejemplo, cuando una chica se sienta en un parque de San Francisco a escuchar música con sus auriculares, un señor de Rusia comenzara a silbar la misma canción mientras conduce sin entender de dónde ha salido esa melodía de su cabeza. O si una mujer encarcelada en Corea sintiera de repente unas ganas horribles de comer burritos, tan sólo porque una niña de Tijuana estuviera dándose un festín en ese preciso instante. 
Mentes conectadas, sentimientos compartidos. Me encanta ese argumento porque supongo que me he pasado mi existencia buscando esa conexión con alguien. Dentro de mi infinito mundo interior de sensaciones, anhelo dejar de ser una Sense1 y estar rodeada de personas que me comprendan y vivan tan intensamente como yo.

Y aunque he aprendido a asumir que eso es imposible (y que mis cumpleaños nunca serán tan interesantes como los de la serie) yo seguiré enviando mis señales al universo  por si acaso alguna vez alguien consigue descifrarlas.