26 noviembre 2011

Jóvenes

Os voy a confesar una cosa: en ocasiones... veo adultos. Hay días en los que me da por sentarme a escuchar conversaciones ajenas (padres, tíos, primos mayores que yo, amigos de mis padres) de esas que tratan sobre los jóvenes de hoy en día. Es un tema recurrente cuando se tienen ganas de rajar, como la política o el fútbol o Belén Esteban.
Lo que pasa es que con Belén Esteban todo lo malo que se pueda decir sea probablemente cierto, pero con los jóvenes... no. Porque son muchos, y no todos iguales.

Decían mis padres una vez que los jóvenes no se enteran de nada, no tienen interés por aprender, no están en el Mundo. Que ellos con 20 años luchaban por lo que querían, que leían más, que difrutaban de forma más sana que haciendo botellón.

Y yo lo único que puedo pensar es que, escuchando eso, los ignorantes que no tienen interés por aprender son ellos y que todos olvidamos muy rápido quiénes fuimos cuando nos hacemos más viejos.
Porque yo conozco jóvenes de entre 18 a 30 años que se enteran de todo mucho antes que mis padres. Que están acostumbrados a moverse en redes sociales y que, con sólo un par de clics, inundan la pantalla de su iphone de la más rabiosa actualidad. Jóvenes que crean actualidad en sus blogs, en sus foros, en sus artículos para periódicos digitales.

Yo conozco jóvenes que tienen mucho interés por aprender. Que estudian una o dos carreras a sabiendas de que van a terminar trabajando en el McDonalds de todos modos. Que tienen 20 años y dominan 3 idiomas. Que están al día, que son capaces de evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos, y que nada más salir un nuevo gadget al mercado corren raudos a informarse para saber de qué manera podrían sacarle partido y hacer así su vida un poco más fácil y su trabajo más eficaz. Jóvenes que trabajan de becarios en empresas explotadoras eternamente, con un sueldo miserable y haciendo casi todo el trabajo duro. Jóvenes innovadores, que crean ideas de negocios. Jóvenes a los que se les exige que sean emprendedores, pero no se les da medios para serlo. Jóvenes preparados para comerse el mundo que tienen que irse a otras ciudades o países para seguir aprendiendo, evolucionando, creciendo... porque aquí no pueden hacerlo. Jóvenes que no le tienen miedo al cambio.

Yo conozco jóvenes con los pies en la tierra. Chicos y chicas conscientes de lo duro de ese futuro que les han legado, y que aún así siguen luchando.  Jóvenes que se indignan, que ejercen su derecho al voto, que se expresan en voz alta, que alzan su voz cuando otros deciden por ellos sin preguntar. Jóvenes que prefieren abordar con sentido del humor temas muy serios que, de otra forma, habrían terminado por consumirles. Jóvenes que se intentan rebelar y sufren cuando les imponen el plan Bolonia, porque piensan que cuando algo es bueno no hay que cambiarlo. Jóvenes que tienen amigos en Japón, en Noruega, en Alemania, y que saben de primera mano lo que ocurre al otro lado del Planeta. Jóvenes que ya no piensan en homosexual, negro, moro, lesbiana, ateo... sino en personas. Jóvenes que no critican lo diferente, sino que tratan de aprender y adaptarse.

Yo conozco jóvenes que van al teatro por puro placer de viernes noche. Que devoran libros (en papel o en formato digital, pero libros al fin y al cabo) y se siguen emocionando con el tremendo final de la saga que estuvieron esperando durante años. Jóvenes que se reúnen para ver cine clásico y quedarse después charlando sobre la película durante horas.  Chavales que  siguen durmiéndose cada noche con la radio puesta, como hacía mi abuelo.
Chicos y chicas que no necesitan beber para pasárselo bien, pero que aprecian el calor de una cerveza con los amigos en el pub de siempre, los martes por la noche, jugando al trivial y arreglando el mundo. Que juegan a videojuegos, sí, pero siempre con colegas a los que poder chillar de un dormitorio a otro.  
Jóvenes que bailan, que cantan en coros y en karaokes, que ríen a carcajadas, que trafican con música, tarta y chocolate, que hacen deporte, que se van de picnic los sábados para disfrutar del sol y la naturaleza, que se graban expresando sus ideas para compartir un pedacito de su mundo en Youtube, que juegan al billar, que buscan la receta de la hamburguesa perfecta, que convierten un piso helado y gris en un lugar acogedor donde me encanta perderme, que se ensucian las manos cocinando, que forman grupos  y tocan instrumentos, que van por ahí coleccionando chapas para hacer pulseras, que saben reírse de ellos mismos y que no tienen sentido del ridículo. Que son capaces de apreciar el encanto de lo simple y de disfrutar al máximo cada segundo de su juventud, conscientes de que esos momentos no se repetirán.

Yo conozco a  Alfredo, a Jessi, a Alicia, a Sergio, a Ana, a Jorge, a Migue, a Jose, a May, a Diego, a Alejandra, a Helena, a Ángel, a Miguel, a Paco... y cada día que pasa me siento más orgullosa de ellos.

Ojalá todos esos que critican a los jóvenes de hoy en día también les conociesen porque, (quién sabe)  puede que ellos también les pudiesen enseñar cosas o que, incluso, les recordasen a alguien.

24 noviembre 2011

Espaguetis

Anoche me preparaba yo espaguetis para cenar y traté de recordar la receta con la que me los hacía mi abuela hace muchos años, cuando yo era niña y mi madre me llevaba a su casa a comer los domingos.
Me concentré, y  con mi imaginación portentosa y tirando de memoria casi pude volver a olerlos, saborearlos. Y a pesar de prepararme mis espaguetis tal  y como ella lo hacía, el resultado final fue delicioso... pero diferente. 

Han pasado más de veinte años y todavía no he conseguido que mis platos de pasta sepan igual.

Son estos momentos en los que me doy cuenta de que la echo de menos. Pequeños detalles, recuerdos que me vienen a la mente de golpe cuando estoy ocupada haciendo algo y menos me lo espero. 
Yo tenía 12 años cuando ella murió, y aunque el tiempo siga alejándome cada día más de la época en que ella formaba parte de mi vida, su legado sigue aún vigente y mantiene vivo ese recuerdo que, aún hoy, me hace sonreír. 

Me pregunto si yo aportaré algo a la vida de alguien de esa forma, cuando muera. Si dentro de mucho tiempo alguien se acordará de mí cuando vea ovejas, cuando intente rizarse el pelo o cuando pretenda preparar arroz a la Bea, sin éxito.
Y, si os soy sincera, no estoy segura de si quiero que eso suceda.


13 noviembre 2011

Cosas que he aprendido acerca de las entrevistas de trabajo

Está claro que de todo, absolutamente todo, se aprende. 

Después de un tiempo buscando curro como una loca, estas son las cosas que he aprendido yo:


- Cuando tu entrevistador/ra parece muy simpático, tanto que va de colega más que de entrevistador, desconfía. No te pongas a su nivel ni acabes bromeando como un lila, puesto que todo es una fachada. Las personas felices e inocentes cual Bambi no son las encargadas de la selección de personal.

- Si para hacer la entrevista te meten en una sala donde hay más gente, bien sea alguien jugando a la play,  haciendo crucigramas, llamando por teléfono o rascándose el pokémon, desconfía. Uno de ellos (o todos) es un psicólogo y evaluará cada uno de tus movimientos. 

Porcier, quedarás como un rey si al entrar les saludas con alegría y cuando te vas te despides de todos, no solo de tu entrevistador. 

- En la primera entrevista, una profesional lógico y auténtico querrá sacar la máxima información sobre ti. Desconfía también si el entrevistador lo único que hace es poner a su empresa por las nubes, así como venderte el trabajo ofrecido como el sueño de tu vida. Algo falla si el propósito de esa entrevista es convencerte a ti, y no tú a ellos.

- Después de leer mil consejos por internet acerca de cómo tienes que sentarte, dar la mano, vestirte y demás para causar la mejor impresión, al final lo que más pesa para gustar a alguien es una sonrisa enorme. Y ser tú mismo. No pasa nada si estás nervioso y lo comentas con total naturalidad: no somos máquinas, y ningún entrevistador podrá evitar una sonrisilla y pensar "ay, qué majete que es" cuando eres natural y sincero y consigues que empatice contigo.

- Que no te dé vergüenza preguntar. No te quedes con dudas ni esperes a que haya una segunda entrevista para resolverlas, porque que puede que no la haya. Es mucho mejor salir de la entrevista con las ideas claras acerca de qué tipo de trabajo te están ofreciendo, puesto que es preferible que sopeses si te interesa antes de aceptarlo que cuando te comprometes y ya quedas mal si dices que te piras.

-Tienes derecho a expresar tu opinión si algo no te parece bien. Si el entrevistador es un machista que no hace más que gastar bromas que no te gustan nada; si te hacen preguntas del tipo ¿estás casada? ¿tienes hijos? y te sientes ofendido/a, es mucho mejor que le respondas (siempre con educación y respeto) que no comprendes qué relación podría tener eso con tu posible productividad, antes de que te calles y parezca que tienes horchata en vez de sangre en las venas... o que vas a aceptar cualquier tipo de trato por parte de tus superiores porque no te respetas nada a ti mismo. 

-Cuando salgas de la entrevista y llegues a casa, meterte en internet para buscar info de la empresa sería una gran idea. Y no, no hablo de su página web oficial, donde todo será maravilloso. Hablo de foros y blogs de gente anónima que hablen sobre la empresa. Te sorprendería la mucha información útil que puedes sacar: a pesar de no poder fiarte de todo lo que leas en internet, cuando la mayoría de gente (ex trabajadores sobre todo) habla mal de una compañía... agua lleva.

-Y lo más importante de todo: una entrevista sigue siendo una entrevista. No te va la vida en ello, no pierdas el sueño ni dejes de comer pensando que te estás jugando lo más grande. Si no es tu entrevista, ya habrá otras. Hay crisis y necesitas el dinero, pero tú vales mucho y al final encontrarás una empresa que sepa verlo de verdad.