11 abril 2007

Espera un segundo, Bea.

Lo cierto es que yo siempre he ido con prisa.
Tuve prisa por nacer, dándole una sorpresa adelantada a mi madre que, ilusa, esperaba conocerme un mes más tarde.
No recuerdo la razón de mis apresuradas ganas de vivir, aunque supongo que serían las ganas ansiosas de probar el helado de chocolate...

Tuve prisa por leer y escribir. Ya con dos añitos me sentaba junto a mi padre con una de esas pizarritas y tizas de colores, y le daba la lata durante horas para que me enseñase a unir la M con la A, a hacer trucos de magia con las letras para poder formar esas cosas que todos llamaban "palabras" y que todos, misteriosamente, pronunciaban igual.

De niña tenía prisa por levantarme después de mi media hora de siesta. Jamás fui capaz de permanecer en la cama durante mucho tiempo, (sigo sin serlo) porque tengo la sensación de que estoy desperdiciando las horas y de que mi valioso tiempo se me escurre de los dedos mientras mantengo los ojos cerrados y la mente en blanco. De noche duermo lo justo y necesario para sentirme bien, pero me encanta madrugar y aprovechar la mañana lo máximo posible.

Tenía prisa en las tiendas, cuando mamá iba a pagar y yo esperaba a su lado con mi falda nueva entre las manos. Tampoco puedo esperar nunca más de un día para estrenar mi ropa nueva ni para leer ese libro que me acaban de regalar, ya que cada novedad en mi vida cotidiana me resulta tan atractiva que soy incapaz de resistirme.

Tenía prisa por acabar mis deberes. Siempre la misma historia: la profesora me echaba la bronca por escribir tan rápido, por fijarme tan poco en no salirme de los renglones de caligrafía. Tan sólo me importaba acabar rápido para poder ponerme a jugar. Y lo mismo me sigue sucediendo ahora, cuando tengo que estudiar o trabajar y tan sólo estoy deseando acabar para poder salir a pasear o a tomar café con mi mejor amigo. Siempre tan irresponsable...

Tenía prisa por contar un secreto. No es que fuese una chivata sin remedio, sino que simplemente me era sumamente difícil no correr a contarle a nadie lo que me preocupa o sorprende. Tengo prisa porque me escuchen, porque me comprendan, por resolver un problema pendiente. No soporto pensar que hay algo, una idea, una preocupación, que esté colgando de un hilo a punto de caerse. Tengo que resolverlo, que hablarlo y tenerlo todo controlado.

Tenía prisa por amar. Yo era una de esas chiquillas soñadoras que pasaban las tardes imaginando mil historias románticas y ñoñas donde me enamoraba del guapo de la clase, del capitán del equipo, del vecino del quinto. Me lamentaba por ser la única de mi grupo que jamás había salido con nadie, siempre tan metida en mis estudios y en mis libros. Deseaba sentir ese cosquilleo en el estómago del que todos hablaban, y poder sonreir de oreja a oreja porque había otra persona que pensaba en mí.

Más tarde tuve prisa por besar. Me resulta muy difícil mantener ese instante en que dos personas se observan en silencio, sintiendo electricidad en sus estómagos, notando como el corazón arde y los nervios se disparan...


Tengo prisa por saber el final de una película. Lo reconozco, soy de esas personas que leen primero la última página de los libros porque no soporto la incertidumbre del final. Me gusta saber cómo acaban las cosas, tener cierta seguridad de sus conclusiones y de sus consecuencias. Me asusta el no controlar una situación, eso de no saber por dónde voy a salir o cómo se torcerán las situaciones. Una película o un libro son pequeñas historias sobre las que puedo tener el control, por lo que la última página o el botón de avance del mando a distancia tiran de mí como un imán.

Tengo prisa por aprender. No soporto el querer y no poder responder a una pregunta. Querría saberlo todo, conocer cada rincón de mi ciudad, de mi mundo, de la historia. Me siento impotente cuando varias personas hablan frente a mí de algo que no conozco ni comprendo, porque me gusta poder dar mi opinión sobre todo.

Tengo prisa por hacer mil cosas en mi vida. Si por mí fuese ya habría aprovechado mis años de existencia y no me quedaría nada por probar, por conocer, por visitar, por analizar, por encontrar. Habría saltado en paracaídas, viajado a Australia, dormido en el Ritz, habría esquiado, visitado a todos esos amigos que tengo repartidos por el mundo, contemplado las estrellas desde una cabaña junto al mar, habría escrito un libro con todas mis historias, me habría independizado, habría probado todos los helados del mundo, habría aprendido a cocinar, habría pedido perdón a mucha gente, habría ahorrado lo suficiente como para comprarle algo carísimo a mi madre, habría paseado al atardecer por las playas de Cádiz en buena compañía, habría comprado en Portobello, sabría hablar seis idiomas y habría perdido el miedo a cualquier contratiempo del destino. Me hubiese gustado no dejar nada pendiente hasta día de hoy, por si acaso ésto es lo último que escribo y la vida se ríe de mí cuando menos me lo espero. Tengo miedo de no haber aprovechado mi tiempo, y por eso tengo prisa por hacerlo.

Siempre he ido con prisa, hasta hoy. No sé la razón, no comprendo el motivo, pero mientras me peinaba canturreando frente al espejo de mi cuarto y escuchaba el alegre trinar de los gorriones, el reloj de mi pecho se ha detenido un instante y su tic-tac ha dejado de sonar dentro de mí.




¿Qué me sucede? ¿Acaso significa eso que, simplemente, soy feliz?




7 comentarios:

  1. Lo haces todo deprisa para aprovechar la vida al máximo, pero consigues justamente lo contrario: no pararte un momento para poder disfrutar de ella y sacarle su jugo. Ten más paciencia con las cosas. Te lo digo yo.

    ResponderEliminar
  2. Hay que sacarle el máximo disfrute a cada segundo de nuestras vidas... pero... yo también soy igual, tengo prisa por todo, y lo quiero todo ya!

    ResponderEliminar
  3. Hola niña:))) Por fin me paso por aquí, llevo unos días que no paro mucho con la vuelta de las vacas:)) Gracias por visitarme, me gustaron mucho tus palabras, veo que tenemos en común;) Me gustó que encontraras por mi escrito muchas de las referencias que escondí;) Qué blog más original;) Me gusta cómo lo tienes diseñado, que ya veo que es todo obra tuya;), las fotos, el detalle de las ovejas negras, jeje ("pero es que tú eres la oveja negra, y que tú solit@ te lias" xD), el mini test, etc etc:)...Por cierto, yo también soy una impaciente;)y tengo mil neuras con el tiempo, su aprovexamiento, su mejor uso...! Besos!

    ResponderEliminar
  4. Siempre has sido una chica alocada, que hace girar más rápido las agujas del reloj... Es tu esencia, una de las cosas que te hace ser Bea

    ResponderEliminar
  5. simplemente... no te gusta estarte quieta. Y sin embargo, te gusta quedarte a mirar la puesta de sol, a sentir la brisa en el rostro...

    A mi también me gusta madrugar, y nunca me ha gustado la siesta.

    Pero hay veces que la tensión por esperar un poco mas... (ya me entiendes, arf)

    :*********

    ResponderEliminar
  6. Con tu horario... ¿Cómo no vas a darte prisa?

    P.D.: ¿qué autobús dices que tenía que coger?

    ResponderEliminar
  7. A veces entre tantas prisas, es bueno detenerse y contemplar el mundo. Toda la realidad está contenida en un segundo de silencio (Eso es lo que me dijo una galleta de la suerte el fin de semana pasado)
    Besos!!!

    ResponderEliminar