22 agosto 2006

Nunca vas a saber cómo me siento...

Ya quedan pocos días de verano, como en la canción de Amaral. Anoche hacía fresco en mi paseo marítimo, y otros años por estas fechas habría empezado a maldecir la vuelta a la facultad, los próximos exámenes, la rapidez con la que el tiempo se lleva las vacaciones...
Este año, en cambio, septiembre se me acerca muy diferente. Septiembre será la vuelta de tuerca; el mes que marque el final de una etapa y el comienzo de otra. Mi vida dará un giro de 360 grados de una forma inminente y deseada...
Pero ahora tengo un poquitín de miedo, claro. Y tristeza. Es una mezcla extraña de sentimientos lo que me revuelve el estómago y hace que me tiemblen las rodillas. Por una parte, ilusión, nervios, efuroria. Por otra, melancolía.
Y es que aún no me he marchado y ya echo de menos muchas cosas.

Echaré de menos, sobre todo, mi mar. Nunca habré estado alejada de él tanto tiempo, y para mí es como si me arrancasen un pedacito de mi alma. Puedo vivir en otra casa, trabajar en otro sitio, salir con otra gente... Pero no sé cómo viviré sin el olor a sal, sin la brisa marina, sin sentarme en la arena a ver atardecer. Sin poder tomarme un tinto de verano en mi bar de siempre, viendo a la gente pasar por el paseo marítimo.

Echaré de menos mi ordenador. Sí, os puede parecer absurdo que de todas las cosas del mundo una de las que más extrañe sea un ordenador, pero así es. Este rinconcito de mi casa es el que me ha servido de refugio en numerosas ocasiones, donde me he perdido para evadirme de lo que me preocupa, donde he pasado bastantes noches entre risas y reflexiones. Gracias a mi ordenador he conocido a personas bastante importantes de mi vida, y he llegado a sonreir cuando nada parecía poder sacarme del pozo. Aquí, tecleando, me he sentido plena perdiéndome entre versos y estrofas, comenzando mil novelas que nunca acababa, soñando entre relatos ajenos y vidas desconocidas. Es el único rincón de la casa donde me siento, verdaderamente, como en casa.

Echaré de menos a mi familia (casi toda) y a mis amigos, claro. Escribirlo es casi una redundancia, pero quiero que a ellos, los que de verdad considero mi gente, les quede muy claro. Que puede que no se lo diga muy a menudo, pero son muy importantes para mí.

Echaré de menos mi ciudad. Málaga no es una gran metrópoli y poca gente la considera bonita, pero a mí me encanta y no se me ocurre un mejor lugar para vivir en todo el mundo; tiene todo lo que necesito. Sólo con el color de su cielo ya me parece preciosa, y me importa poco si sus calles no son señoriales y sorprendentes. Es mi Málaga, y siempre la llevaré muy adentro por lejos que me vaya. Estoy segura de que el olor de las biznagas me acompañará toda la vida, y que quizá se me escape alguna lagrimita cuando recuerde las vistas desde Gibralfaro sentada junto a los leones de Trafalgar.

Extrañaré todos esos detalles que conforman mi día a día. Mi biofrutas de las once, los paseos con Cholo, las tardes de tiendas, las charlas en el Swan, las horas matando raids con Martimba, las risas con el niñato y sus flores en la cabeza, mis bailes de los jueves por la noche, la plaza de la Merced, los domingos de playeo, las mañanas de biblioteca, mis cumpleaños y santos fallidos, las juergas de los fines de semana, los viajes en Martin con la India sonando a todo volúmen.

Echaré de menos sentarme a escribir por las mañanas, como ahora, con la ventana abierta y el sol rozándome la espalda. Escuchar las gaviotas murmurando ahí abajo, en la playa, y sentir la brisa matutina revolviéndome el flequillo mientras el teclear del ordenador se mezcla con el rumor de las olas. Esta paz, esta tranquilidad que ha acompañado tantas horas de mi ¿corta? vida...

Pero bueno, como dije antes siento una mezcla de emociones, y no todas son tristes o negativas. Me voy porque sé que lo necesito, porque sé que será un cambio positivo para mí y que me va a aportar mucho de lo que me falta para ser feliz.
Y sobre todo, me voy porque sé que volveré. Ésto es sólo temporal, nunca me acostumbraré al brócoli.

Así que por favor ayudadme a disfrutar lo máximo posible mis últimos días aquí, cruzad los dedos... y deseadme suerte.

19 agosto 2006

SOCORRO





Decidme, por favor, si veis algun parecido entre estas fotos... y empezaré a asustarme

17 agosto 2006

Y la maldición continúa

Cuando ya pensaba que mis predicciones para la feria no podrían ser más acertadas... Tacháaaaaaan... olvidaba la tradición, mi sino, la maldición que reina sobre mi suerte juerguil. Y es que, para variar cada vez que organizo o espero una juerga de infarto, hoy me he levantado con fiebre y la voz del Padrino.

Por el momento, estaré un par de días sin salir de casa. Veremos si consigo tener un día más de feria antes de que acabe, pero me temo lo peor...

14 agosto 2006

Llamadme Aramis

Llevo tan sólo una noche de feria, y ya tengo las primeras predicciones acertadas:

-Se me rompió algo mucho peor que las sandalias cómodas... el bolso. Le tuve que hacer (después de haberme bebido dos cubatas) un nudo chapucero capaz de sostener el peso del monedero, la cámara de fotos, tres juegos de llaves con llaveros de peluches, el movil y trescientos folletos de bares. Y lo conseguí, pero... ahora tengo un original bolso-nudo.

-Me encontré con un compañero de clase (ex amigo) cuando estaba haciendo el payaso de la forma más escandalosa posible.

-Acabé la noche en Hamburguesas Uranga. He aquí la prueba:




En fin, para terminar con el post de hoy me gustaría acabar con algo más serio. Es un texto que escribí hace unos meses, una tarde que acababa de salir de trabajar. Espero que os guste, porque para mí es muy especial.



Su voz es lo primero que escucho cuando llego al aeropuerto y entro en mi oficina cada mañana. Adela aparece siempre con una sonrisa y una canción en los labios, por muy ajetreado que sea el día o por mucho que le duelan esos zuecos tan horribles que componen el calzado de su uniforme de limpieza.
Quizá porque me viene bien una dosis de positivismo para empezar la jornada con energía, me gusta esconderme en el cuarto de la limpieza para charlar un ratito con ella antes de que empiecen a llegar los clientes. Es la primera persona que conocí al empezar a trabajar en mi empresa, y fue la primera que me trató con amabilidad y que no se burló de mi torpeza de principiante cada vez que metía la pata.
Quizá por eso le guardo un sincero respeto. Me parece una mujer amable y sin malicia ninguna, y me sería imposible no cogerle cariño.

Adela tiene cuatro hijos, dos perros y un marido insoportable. Seguro que si ella leyese ésto me regañaría porque no le gusta que hable mal de su marido, Juan. Pero lo cierto es que ha sido ella la que ha sacado adelante a su familia, haciendo la vista gorda ante las infidelidades de su marido y soportando sus gritos e insultos. Aún así, a pesar de tantas noches sin dormir y tantas lágrimas derramadas, su mirada clara y limpia sigue siendo hermosa e hipnótica, y me infunde una paz y una serenidad inigualables. Me parece una chica muy guapa, y a veces me pregunto qué habría sido de ella de no haber conocido a Juan en su adolescencia.

Le gusta mucho bailar. Algunas mañanas la he pillado en los servicios, escoba en mano, bailando y tarareando el nuevo single de Bisbal. Yo no puedo entonces evitar reirme y, con un guiño cómplice, le hago los coros ante la mirada atónita de las extranjeras que entran a retocarse el maquillaje. Me gusta ver cómo Adela ilumina su mirada con esa alegría que le entra cuando alguien le ofrece su amistad... porque muy pocos reparan en ella. Poca gente se para a darle los buenos días cuando ella cruza el pasillo cargada con su carrito de la limpieza y el taconeo animado de sus zuecos sobre el mármol. Parece como si en este mundo materialista tan sólo fuesen visibles los de arriba, esos que nos dan órdenes y nos dirigen en los mostradores de atención al cliente. Únicamente reparamos en los que nos pagan, en los que se pasean por ahí pegando berridos por el móvil y nos vigilan desde sus despachos con mirada crítica.
Y yo me esfuerzo por hacerle saber que aquí tiene una amiga, que estoy aquí para ella y que yo sí que agradezco su alegría y el tono tan dulce con que me da los buenos días cada mañana. Me niego a ser una más en el grupo de los maleducados desagradecidos, de esos prepotentes que ni siquiera levantan la vista cuando Adela les pide por favor que aparten esos papeles de la mesa, que tiene que limpiar.

De lo que nadie es consciente es que Adela es mucho más poderosa que la mayoría de los que le dan órdenes o la miran con desdén. No se dan cuenta de que ella les conoce, que les observa a diario y que ha presenciado mucho más que cualquiera de nosotros. Jamás ha mirado a nadie por encima del hombro ni se ha aprovechado de su situación estratégica en la empresa, pero Adela sabe que el comercial se metió en líos la otra tarde, cuando llamaba por teléfono a su amante desde la oficina. Adela conoce las malas costumbres de la directora de recursos humanos, porque ha visto todo lo que oculta en el cajón de su despacho, y podría meter en líos a quien se lo propusiese con sólo decir un par de palabras a la persona adecuada.
Pero también sabe que el rencor no conduce a nada, y prefiere limitarse a sonreír entre dientes cuando la mujer del comercial viene a buscarle y ella me ve mentir dando explicaciones.

Los días nublados se pone melancólica. Parece que sus defensas se debilitan con el frío, con la ausencia del sol, y que su alegría se esconde para dar paso a una mirada azul que normalmente se guarda para sus momentos de soledad. Quizá sean los únicos momentos en la que parezca vulnerable, y la dama alegre se convierta en la chica triste.
Esos días se sienta junto al ventanal a ver despegar los aviones. Cuando su jefe no la mira ella deja en el suelo la fregona y apoya la frente contra el cristal con el ceño fruncido. Sé que sueña con volar, con subirse en uno de esos aviones (el que sea) y escaparse lejos, allá donde nadie le grite ni se le ignore. Con cada avión que se aleja ella deja escapar un suspiro helado entre sus labios, y se acurruca en el asiento como una niña asustada y desilusionada con deseos que sabe que nunca se cumplirán. Entonces su mente vuelve a aterrizar y comprende, resignada, que para volar hay que tener alas y que alguien ha cortado las suyas hace mucho tiempo... y vuelve a enmarcar una sonrisa amarga en su rostro justo antes de volver a coger la fregona y seguir trabajando.

El otro día fue su cumpleaños número treinta, y yo le regalé un colgante de plata que pensé que le favorecería bastante. Todavía me late el corazón con mucha fuerza cuando recuerdo la cara que puso al encontrar el paquetito de regalo en el armarito de las escobas. Abrió los ojos como platos, se ruborizó y empezó a dar saltitos de alegría mirando hacia todas partes... No sé quién se puso más contenta, si ella o yo, y me pregunto si alguna vez habrá recibido otro regalo desinteresado de alguien.
Esa misma mañana, al finalizar mi jornada de trabajo, ordené mi mostrador, cogí mi bolso y me encaminé hacia el ascensor para irme a casa. Mi oficina está en la planta sótano, así que entré en el ascensor y pulsé el segundo piso. A mi lado había una pareja de extranjeros con pinta de ingleses que miraban un mapa con cara de despistados. Les pregunté si podía ayudarles, y con una sonrisa agradecida y aliviada me pidieron ayuda para ir a su lugar de vacaciones desde el aeropuerto. Justo cuando yo les indicaba el camino, el ascensor se paró en el primer piso y Adela entró canturreando Ave María, cuando serás mía. Al verme con el mapa en las manos y a los guiris mirándola con cara de susto, se volvió hacia ellos y exclamó: -"¡A Beíta preguntar lo que sea, que Bea ser muy inteligente y simpática! ¡Mirar que colgante me ha regalao!"
No creo que los pobres ingleses entendiesen una palabra aunque ella se esforzase por hablar en su "inglés" particular, pero yo estuve riéndome toda la tarde.

Ojalá yo pudiese cambiar su vida. Conseguir que le diesen un trabajo mejor remunerado, que su marido no le hiciese derramar ni una sola lágrima más y que todos la respetasen como se merece. Poder regalarse un billete sólo de ida a la felicidad, para que despegase en el avión de su vida llena de esperanza y que en sus ojos claros únicamente brillase la ilusión de los sueños por cumplir.
Pero mientras tanto seguiré haciéndole los coros en los servicios. Lo mismo nos oye un cazatalentos y nos hacemos famosas... Y si no qué mas da. Esos momentos son los que consiguen hacerle olvidar sus miserias, y no seré yo la que le arrebate la poca ilusión que le queda.




Una semana después de escribir eso, Adela dejó de ir a trabajar. Su marido le dio una paliza brutal y tuvieron que ingresarla. Es lo último que sé de ella.

12 agosto 2006

Pronósticos de feria nueva

Otro año más está aquí. La feria de Málaga es la época del año preferida para muchos, puesto que basamos los diez días que la forman en beber, bailar, comer jamón, charlar con los colegas y pasarlo bien.
Yo, que soy la reina de la suerte cabrona, cada feria vivo las mismas anécdotas y situaciones curiosas a las que ya estoy prácticamente acostumbrada y que (es más) espero.

Así que hagamos una porra, señores. Voy a escribir posibles situaciones que creo que van a acontecer en los próximos días. Cuando la feria acabe vendré y comprobaremos si podría ganarme la vida echando las cartas en canal 47 o no.
Veamos:

-Alguno de mis amigos, (prefeiblemente uno que no tenga cómo volverse a su casa, que viva lejos y que me necesite como chófer) beberá tanto que terminará regando las calles de nuestra Málaga sin agua y me hará perder una tarde o una noche de fiesta por acompañarle a casa.

-Soy bastante responsable y no suelo beber cuando voy de juerga y después pillo el coche, pero uno de estos días comeré con mis compis de trabajo, pediremos sangría, (yo tomaré solo una copita) y después me parará la poli de vuelta a casa; me harán la prueba de alcoholemia y dará positivo.

-Se me romperá el único par de zapatos cómodos que tenía pensado llevarme al Real, con lo que acabaré la feria con los pies llenos de rozaduras.

-Adolfo ligará, por fin, pero será con una rubia.

-Nacho y Molina se pasarán toda la feria insistiéndome en que les presente a mis amigas, y justo el día en que consigo reunirlas y llevarlas al centro ellos dos habrán ligado también y pasarán de la compañía que tan amablemente les brindo.

-Yo no ligaré, claro está.

-Tengo mil planes y he quedado con mil amigos y compañeros de curro diferentes. Tantos, que los diez días de feria se me quedan cortos... Al final, como es costumbre, no veré a ninguno.

-Llevo todo el año sin problemas de salud, pero una de estas tardes en que vaya a la feria del centro se me bajará la tensión y me pondré malísima.

-No me encontraré a nadie conocido hasta el momento justo en que esté lo más ciega posible y haga el ridículo más espantoso.

-Ese conocido al que me encuentre será preferentemente un ex profesor, un ex amigo o simplemente un ex.

-Acabaré tan harta del reggaetón que estamparía mi clío contra un árbol si en la radio ponen otra vez Yo soy Tu Gatita.

-A todos les gustan los fuegos artificiales. Menos a mi perro, que no nos dejará dormir la noche de inauguración y de clausura ferial por culpa de su histeria y de su propensión a buscar el apocalipsis en casa cuando suena un fuego artificial.

-Terminaré comiendo en Hamburguesas Uranga. Hamburguesas Uranga. Hamburguesas Urangaaaaaa.

10 agosto 2006

De pegasos y sirenas

Anoche el mar estaba en calma, sereno, profundo. Me apoyé en el alféizar y observé cómo se reflejaban las estrellas sobre el agua, arrancándoles destellos plateados a las ondas marinas.

Una vez fui mar. Era sólo una chiquilla, una niña soñadora que se refugiaba en la playa para jugar con las piedrecitas de la orilla. Las corrientes marinas se enredaban en mi pelo, y las algas parecían confundirse con los rizos que bailoteaban por mi espalda. Cuando me tumbaba a descansar sobre la arena, al atarceder, mi piel olía a sal. Toda yo era como sal, como una caracola que murmuraba canciones celestes y cuya mirada llena de brillo recordaba al frescor de las olas. Mamá siempre sonreía al verme llegar con el pelo todavía húmedo y los pies llenos de arena. Decía que yo era su sirenita, y que si seguía yendo tanto a la playa acabaría conviertiéndome en espuma de mar.

Pasó el tiempo, y con él la sirenita dejó de soñar con el coral y las algas multicolores. Sus escamas se fueron secando por falta de yodo, de brisa fresca, y la mirada de olas aguamarina se tornó más oscura y menos inocente. Poco a poco la cola de pez se fue transformando en un par de piernas mortales, y ya no acudía a la playa a diario a buscar esa parte de mí que perdía sin darme cuenta. Lo único que no perdí fue el color azul. Eso sí, mucho más apagado y triste que antes. El aguamarina de mis ojos no era ya fresco y alegre, sino melancólico y desilusionado. La brisa marina no conseguía encontrar aroma a sal sobre mi piel, sino que se llenaba de azufre amargo y asfixiante.

Cuando quise abrir los ojos ya era tarde. La sirenita ahora era una mujer, una simple mujer contaminada de preocupaciones y quehaceres humanos. En sus mañanas abundaban las horas de estudio, el pensar en el futuro, el hacerse un hueco en la sociedad de cemento que ahora se establecía como su hogar. Por las tardes se relacionaba con otros que, como ella, habían cambiado escamas por piel y huesos, y trataba de divertirse en el mundo sin aroma que ahora la rodeaba.

Quizá porque no se había perdido del todo aquella niña que fui o quizá porque me resistía a dejar morir el coral de mi pelo, acabé derrumbándome. No fui capaz de adaptarme completamente al nuevo medio de vida, y las preocupaciones que ocupaban mi mente día a día se hicieron mayores. Dejé de luchar contracorriente, me dejé llevar, y me hundí. Me encerré en mi habitación, aquel cubículo que hacía las veces de caracola donde me refugiaba, y dejé pasar las tardes sin ni siquiera abrir los ojos. Gasté todas las lágrimas que pude llorar, vacié mi alma de esperanzas y de sueños dorados y acabé con todo resto de vida en mi cuerpo, celeste o mortal.

Nadie vino a socorrerme. Ni las gaviotas ni aquellos que me querían pudieron o supieron encontrarme, tan encerrada como estaba, porque además éllos también se debatían en una lucha interna con sus nuevas existencias oscuras. Hasta que ocurrió el milagro.

Fue una noche cualquiera de aquel verano en que todo cambió. Yo yacía tumbada sobre el suelo de mi terraza, con un pedazo de papel y un lápiz entre mis manos. Una fuerza extraña me hacía aferrarme a aquellos intrumentos mágicos con un cosquilleo especial en el estómago. Y de pronto, cuando la brisa agitó un mechón oscuro de mi frente, mis manos empezaron a deslizarse por el papel y empecé a escribir. No eran simples palabras, sino dibujos de mi mente. Con cada letra se iba formando en mi cabeza una imagen, un recuerdo. Un pedacito de aquella vida que perdí hace tiempo... Y la espuma de mar volvió a surgir entre mis dedos, en mis pupilas. Mi corazón empezó a latir con fuerza, de nuevo lleno de vida, y una sonrisa aguamarina se dibujó en mi rostro. Comprendí de esta forma que por fin habia encontrado parte de mi personalidad perdida, de mi inocencia de niña, de la ilusión que nunca acabó muriendo del todo. Y desde entonces escribo. Porque escribiendo soy capaz de abandonar este mundo gris y aburrido y volver a jugar con las olas. Escribiendo, la luna se refleja con mucha más fuerza en mi mirada y mi cuarto se convierte otra vez en caracola, donde la brisa resuena en cada rincón con el murmullo del agua.

Hay gente que prefiere leer. Personas que, al igual que esta sirenita, una vez fueron elfos o pegasos o unicornios o duendecillos. Personas que encuentran en el arte (pintura, cine, música, literatura o una simple margarita) pedacitos de su anterior existencia, y que se refugian en él cada vez que necesitan volverse transparentes y llenar sus pulmones de aire celeste.


Anoche cambié mi libreta de escribir historias por el teclado del ordenador. Acomodé mi cuerpo sobre la silla que muy pronto sería coral, inspiré profundamente, comencé a imaginarme la playa al atardecer y dejé que el tic tac del reloj despertador se convirtiese en el rítmico rumor de las olas...

09 agosto 2006

Esas pequeñas casualidades

A veces la vida te sorprende. Sí, a estas alturas, cuando ya estás casi seguro de que nada ni nadie podría hacerte torcer la ceja, ahí está ese detalle que consigue abrir tus ojos un poco más.
Como ayer, que fui testigo de una casualidad bastante curiosa. Que comprendí, de pronto, lo pequeño que es el mundo. Que me zampé un batido de chocolate súper con una sonrisa de oreja a oreja...
Y esta mañana, con el café... plaf, otra casualidad. Viendo una foto volví a ser consciente de lo simpática y traviesa que puede resultar algunas veces (pocas) esta insulsa vida que nos toca paladear...

Por cierto... anoche me senté a mirar la luna llena en mi bar de siempre. Eso sí, la compañía no era la de siempre, pero se agradeció ;) Y como le dije a mi amigo, ésa es una de las cosas que más echaré de menos cuando me vaya a Londres. Es un paseo marítimo como cualquier otro, un bar clavadito a todos los baretos de playa que adornan las costas mundiales... es la misma luna que veré desde Oxford Street. Pero no será mi luna, ni mi brisa, ni mi paseo marítimo. Ese en el que he pasado las tardes y las noches de mi vida, en el que me siento como en casa (como en casa no, en casa). Ojalá algún día me sienta así de bien en Inglaterra... o al menos que todo siga igual para mi regreso.

07 agosto 2006

En esta noche estrellada de luna llena...

Viendo las aplicaciones tan maravillosas que he incluido en mi blog (que se note que no son sólo chorradas para hacer bonito, jiji) me he dado cuenta de que hoy hay luna llena... ^_^ No sé por qué; será por mi espíritu romántico y soñador... pero me encantan las noches de luna enorme y redonda. Sólo con sentarme en el paseo marítimo y respirar hondo la brisa del mar se me cargan las pilas al 100%.

Aysss a ver qué tal se me da la noche, que de momento promete... jijij
A todos vosotros, que empecéis la semana con buen pie. ¡Sedme buenos!


PD: Recetas de ayer y hoy... Esta mañana toca pasta a la italiana, del estupendo restaurante de Sotogrande al que fuimos hace un par de semanas los niños y yo. Eso sí, si se os ocurre ir no pidáis Nestea, y saludad a Paolo de mi parte.



06 agosto 2006

Vacío

Es curiosa la influencia que pueden tener los amigos en tu estado de ánimo, en tu humor, en tu día a día. Cuando son amigos de verdad, claro.

Pablito debe estar volando por ahí, lejos, con su mente llena de pájaros a novecientos pies de altura y su corazón latiéndole a mil por hora. Echo de menos sus mimos, sus caricias, sus bromas y su risa contagiosa. Echo de menos la complicidad con la que me hablaba, con la que me cuidaba y me pedía que le rascase la espalda. Echo taaaanto de menos aquellas mañanas de solarium y confesiones traviesas...

Pablo, (mi otro Pablo) estará tomando cerveza con sus colegas italianos en algún pub de Dublin. Seguramente se acuerde de mí, pero sólo los martes por la noche, cuando no tenga a nadie con quien bailar salsa ni encuentre el Swan por allí. Echo de menos su sentido del humor y sus payasadas sobre todas las cosas, porque sin él mi sentido del humor es sólo sentido.

Antonio se perdió. No sé si fue mi culpa o la suya, (o de ambos), pero nuestras vidas terminaron por distanciarse. Y le echo mucho de menos porque era mi mejor amigo, mi mayor confidente, mi otra mitad en las tardes de aburrimiento en el paseo marítimo, con un bocata de mortadela del Mercadona y mil historias que inventar.

Elena se marchó a estudiar a Polonia. Como lo leéis, a Polonia. Siempre fue una chica compleja, pero no imaginaba cuánto hasta que se despidió de mi y me prometió escribirme de vez en cuando. Cierto es que ha cumplido su promesa, pero cuatro frases mal escritas sobre una postal o dos risas por teléfono no pueden recuperar la confianza perdida... Después se mudó a Granada y allí seguirá, ligando con los universitarios despistados (siempre fue una rompecorazones) y preparando fiestas de cumpleaños. Ojala vuelva pronto, porque echo de menos su forma de ver la vida y sus despistes de niña loca.

Rosa en Noruega, en Madrid, en Mallorca, en Portugal. Últimamente está que no para, y yo no puedo llevar el ritmo de sus pasos para seguirla a todas partes. Y así me quedé atrás en nuestra amistad... Es ley de vida, supongo, pero echo de menos nuestra infancia, esa que compartimos entre gatos y piscineos. Esas noches de verano echadas sobre el césped, mirando las estrellas y haciendo planes de futuro.

Adolfo, en Estepona. Jorge, en Benidorm. Mis dos nuevas adquisiciones en el saco de la amistad, quizá las mas sorprendentes y sinceras que he tenido desde hace tiempo. Contaba con ellos este verano y ahí les tenéis, tomando el sol en playas lejanas y, quizá, ligando con rubias. Parece que esta semana me toca bailar sola... o con Flavio :P

Ainhoa, en Marbella. Otra que no para, aunque no me pilla desprevenida. Sigo esperando que me llame para marcarnos una juerga un sábado de éstos... porque echo de menos las risas que compartimos juntas, ese brillo con el que sus ojos lo miran todo. Es como una niña aprendiendo todavía, como si cada detalle y cada momento significasen un mundo para ella. Admiro esa capacidad de sorpresa y esa inocencia con la que se encara al mundo, porque me hace ser más humilde día a día. Vuelveeeeeeee U_U

Y yo... perdida. No sé dónde veraneo este Agosto; dónde estudio por las mañanas y dónde me siento a chatear, aburrida. Aún no me he encontrado a pesar de buscarme entre Lineages y playeos, entre tumbonas y tintos de verano. Hace demasiado calor y no me apetece salir; tampoco tengo ningun plan que me anime demasiado aparte de jugar a las cartas con mi madre o ver la fórmula 1 con mi padre. Mi sentido del humor y mis ánimos se han resbalado hasta el suelo mientras tecleo, porque sin éllos, mis amigos, yo sólo soy media Bea.


Y yo me pregunto... ¿es que nadie más odia Agosto?

04 agosto 2006

Lobos con piel de cordero hay muchos

La otra tarde por fin fui a ver Silent Hill al cine. Digo por fin porque soy una de esas fanáticas de los video-juegos que se han pasado su infancia y adolescencia entre Alex Kidd y Mario Bross, Tifa y Tidus, Nicole y George, los Sims y el Warcraft. Pero los juegos que más me gustan y que más me han impresionado siempre son los de terror. Los survival horror, que es como se les suele denominar. Y, en especial, la saga de los Silent.

Tengo un simpático recuerdo de aquella primera vez que mi vecino me sentó frente a su play para enseñarme el Silent Hill I. Recuerdo que bajó la persiana de su habitación para asustarme todavía más, y que con el primer susurro y murmullo del juego tuve que levantarme y apagar la consola, de puro pavor. Nunca fui muy valiente... pero sí orgullosa, y ante las risotadas de mi vecino le eché narices y me propuse terminar el juego como fuese. Y lo hice, vaya si lo hice. Al final me enganché a sus gráficos macabros, a su banda sonora espeluznante, a sus susurros y alaridos, a sus enigmas y puzzles, a su historia extraña y complicada. Y terminar el juego me costó un mes de pesadillas, pero mereció la pena. Porque así nació una enganchada más que un tiempo después no paró hasta terminar el Silent Hill II, el Silent Hill III y, hace poco, el Silent Hill IV.

Pero bueno, yo venía a hablaros de la película... Si os cuento todo ésto no es por exhibicionismo virtual, sino porque para poder recomendar la película hay que tener en cuenta el grado de vicio que tengáis al juego. Porque como película de terror en sí no es nada de otro mundo: algún que otro susto, mucha niebla y banda sonora enigmática. Podría ser perfectamente una de esas pelis de miedo que se suelen alquilar en noches de lluvia para asustar a la novia, sin más.
En cambio si, como yo, habéis pasado muchas tardes luchando contra zombies y enfermeras sollozantes por el pasillo del hospital de Silent Hill, sin duda esta película os encantará. Porque sólo con la musiquilla de la cabecera, esa mezcla extraña de melodía triste con guitarra española que adorna el comienzo de los Silent, recordaréis la emoción y el cosquilleo que sentíais cuando jugábais por primera vez a uno de los juegos de la saga.

Los escenarios son calcados del juego, y te hacen pasearte por las calles del pueblo como si de verdad existiese. Vamos, que ahora ya no me extrañaría ir paseando con mi coche nuevo, perderme y aparecer en el colegio ese...

La ambientación, impresionante. La neblina, la ceniza, la música, el toque de queda, el contínuo murmullo sollozante que adorna de fondo la banda sonora... terrorífico. Algunas escenas son bastante gore e impresionantes, no aptas para personas sensibles. Como el juego.

La elección de los actores ha sido bastante acertada pues, a pesar de no ser demasiado conocidos, (o quizá por eso) consiguen hacernos creer que de verdad sufren y tiemblan y contagiarnos de su angustia. La niña en concreto me parece que tiene la cara más enigmática que he visto últimamente en el cine.

Y el argumento... rallante, tal y como esperamos de la adaptación cinematográfica del video-juego más cargante de la historia. Eso sí, no es como la primera y segunda parte de la saga de Konami, que nos hizo empezar de nuevo una vez terminado el juego por primera vez porque no nos habíamos enterado de nada. En la peli acabas enterándote, aunque te deja algunos cabos sueltos para que te comas la cabeza, que es lo que mola.

Y no sé... no quiero contar nada más. Tan sólo reseñar lo dicho, que si te gustan mucho las películas de terror quizá Silent Hill no te diga nada, pero que si te gustan las pelis de terror y además eres un fanático del video-juego, te encantará. Yo disfruté como una enana, vamos, tengo testigos que me vieron taparme la cara con las palomitas cada vez que sonaban susurros en el teléfono móvil de la protagonista, porque sabía lo que iba a pasar...

Este post se lo dedico a Alberto, que sé que tiene ganas de ver la peli y que estaba deseando leer mi opinión. También se lo dedico a mi vecino y a todos aquellos que han tenido pesadillas con los zombies de Silent Hill alguna vez.



A todos los demás les recomiendo ir a ver esa de la chica que se hace pasar por chico para entrar en el equipo de fútbol del instituto... Vale, tampoco es una gran película, pero si la criticáis me importa un huevo.

03 agosto 2006

Multipost

¡Buenos días!
Hoy es uno de esos días veraniegos soporíferos y calurosos en los que no tengo nada más que hacer que sentarme frente al ordenador mientras escucho el murmullo playero por la ventana. Y no por gusto, vayáis a pensar, que por mí ahora mismo estaría tumbada en la orilla embadurnada de aceite de coco y acompañada por alguna amiga que me diese charla y risas. O tampoco me importaría estar en alguna terracita, tomándome un tinto de verano mientras la brisa de azahar me da en el rostro.
Peeero por compromisos familiares (mis padres hoy salen todo el día y a mí me toca quedarme de canguro... de mi perro U_U) no puedo hacer más que reptar por la casa cual alma en pena, con todos los ventiladores encendidos y un biofrutas cómo único consuelo.

Así que de esta forma una de las pocas opciones de entretenimiento de las que dispongo es ésta... daros a vosotros el coñazo con mis historias ;)

Hablando de biofrutas... quizá ya hayáis adivinado, (por el link que os trajo a este blog o por todas las veces que hablo de ellos) que soy una adicta enfermiza a los zumos. Son mi único vicio confesable, y no pienso dejar de consumirlos diariamente porque de verdad que me alegran la vida. Ya véis, asín soy :P
Pues bien... últimamente ando sumida en un pozo de misterio. Yo, que acostumbro a darle explicación a todo lo que me rodea, guardo en mi interior una duda que me trae de cabeza... ¿a nadie más le parece macabro y extraño el nuevo nombre de los biofrutas? PASCUAL FUNCIONA. Joder, es como un mantra. Repetidlo varias veces seguidas... pascualfunciona, pascualfunciona, pascualfuncionaaaa.... Por favor, es que ni de lejos es un nombre tan carismático, sano y natural como el de biofrutas. Y encima es complicado, coñe, que cada vez que hago la lista de la compra me tiro media hora para escribir "pascualfuncionas caribe". En fin, lo que haga Pascual con los nombres de sus productos es cosa suya, pero alguien debería registrar la casa del responsable de márketing de Pascual en busca de estupefacientes varios.

Hablando de productos alimenticios. De vez en cuando voy a incluir en mis posts algunas fotos que os pueden parecer fuera de lugar, pero nada más lejos de la verdad. Cada una de las imágenes gastronómicas que incluya en mi blog tiene su razón de ser... Y es que hace tiempo me cachondeaba de un colega que añadía las fotos de sus recetas de cocina en su blog, así que para redimirme con él voy a poner aquí las mias, para permitirle una justa venganza. Va por ti, Omar. Hoy no tengo ninguna foto de un plato hecho por mí, pero sí de una original receta veraniega que me sirvieron en un bareto en Tarifa. Ensalada fría de zanahoria al curry xD




Cambiando de tema... ¿a alguien más le gusta Queer as Folk? Mejor dicho... ¿alguien más la conoce? Seguramente la mayoría de vosotros habréis oido ya hablar de esta serie que echan en Cuattro los martes de madrugada.
http://www.queerasfolk.es/
"Ah sí, esa es la serie de gays". Eeeesa. Pues bien... estoy enganchada. La empecé a ver haciendo zapping, y ahora me parece fascinante y original, directa y ácida. Y real. Porque por muy depravada que os parezca, por muy pervertidos que os resulten sus protagonistas... así es ese mundillo. Sin más y sin menos. Esta serie muestra tal cual cómo sienten, como viven, qué intereses tienen en la vida, cómo se divierten y qué les hace daño. Y por si aún tenéis prejuicios y sois de los que pensáis que los gays sólo piensan en follar... pues bueno, quizá tengáis algo de razón, pero muchos heterosexuales que empezaron a ver esta serie ahora están enganchados... así que por algo será. Quizá contemplando el comportamiento de sus protagonistas, muchos de vosotros empecéis a comprender la forma de pensar de los gays, bisexuales y lesbianas de los que siempre habéis renegado. Veréis que son humanos y que ni todos son unas locas, ni todas son camioneras.

Y bueno... tenía un par de temas más pendientes de los que quería escribir, pero no quiero alargarme demasiado por hoy.
De momento, sólo desearle suerte a mi amigo Alex, que ahora mismo está embarcado en un viaje muy especial... espero que todo le vaya genial y que se cumplan todas sus ilusiones. Te lo mereces, morenazo ^_^

Mañana, más y mejor.
Ahora seguiré reptando por la casa, a ver si se me ocurre alguna genial idea para matar mi tiempo y así no tener que estudiar xDDDD
¡Besotesssssssss!

02 agosto 2006

Qué dificil es no salirse del papel...

Quién me iba a decir a mí que, tras ciaos y spaces, iba a terminar aquí. Yo, que me lío con las opciones de hotmail y que no comprendo ni la ayuda del word. Yo, que soy más torpe que un pulpo en un garaje... Veremos a ver cómo sale ésto.
Voy a necesitar vuestra ayuda, paciencia y comprensión, así que... ¡vamos allá!